Los ahorradores de energía eléctrica para casas son aparatos con los cuales se supone que gastaremos menos electricidad: se reduce el consumo, se evita el derroche y eso se refleja en la boleta de la luz. Sin embargo las cosas no son como parecen.
Básicamente son dispositivos pequeños. Vienen en variedad de diseños y colores, pero todos ellos se venden a un valor accesible, no requieren de una instalación compleja y nos prometen gastar menos en luz, sin reducir nuestro consumo.
Existen dos tipos de energía en el uso de electrodomésticos. Por un lado está la energía activa, que es la que consumimos, y por otro la energía residual o reactiva. La energía residual no tiene ninguna utilidad. Suele generarse por picos de potencia en algunos electrodomésticos a motor, como heladeras, lavarropas, lavavajillas.
Lo que hacen estos supuestos ahorradores de energía, es convertir la energía sobrante en energía activa, para que pueda ser consumida y no se disipe. En otras palabras, la función es de condensación.
He aquí la trampa. Este tipo de artefactos puede resultar útil en las industrias, donde sí hacen una diferencia, pero no bajo el formato que los venden para el hogar. Los condensadores industriales son mucho más grandes en tamaño y además, efectivos.
En las casas, el volumen de energía reactiva es prácticamente imperceptible y no se cobra (o sea que mal puede verse reflejada en el resumen de la luz). Respecto a las subas de tensión, dependerá del nivel de estabilidad que haya en la región en cuestión. No suelen ser un problema en las ciudades.
De cualquier modo, quisiéramos dejar en claro que cada artefacto eléctrico requiere de una determinada potencia en kW, que no puede modificarse, viene así de fábrica. Luego será en vano colocar ahorradores de energía eléctrica, que además pueden averiar los electrodomésticos que pretenden proteger. Los ahorradores de energía interfieren en la instalación eléctrica de nuestra casa y si llega a ocurrir algún desperfecto estos dispositivos pueden llegar a empeorar la situación.
Nuestra sugerencia como expertos, es que no se dejen envolver por el uso de términos técnicos que no explican cómo se lograría reducir las subas de tensión, proteger contra la radiación electromagnética o preservar el medio ambiente mediante un capacitor (que es en definitiva lo que verdaderamente es).
Por el momento no existen soluciones mágicas en materia de ahorro energético. La única manera de lograrlo es adquiriendo buenos hábitos de consumo. Uno de ellos es la aplicación de la domótica.
Podríamos definir a la domótica como el control inteligente de los artefactos electrodomésticos, desde el encendido y el apagado, hasta funciones mucho más complejas que pueden controlarse a distancia.
Actualmente podemos encontrar desde sensores de movimiento y fotocélulas hasta mecanismos que se controlan remotamente mediante aplicaciones instaladas en los teléfonos celulares. Alarmas, cámaras de videovigilancia, filtros de pileta, cortinas automáticas, sistemas de riego, cafeteras y una larga lista de aparatos pueden programarse, monitorearse, controlarse y desde luego encenderse y apagarse a distancia o de manera automática. Esta tecnología evita olvidos y descuidos que nos pueden costar muy caros al final del período de facturación.
Medidor eléctrico: sirve para conocer el consumo eléctrico hogareño, pudiendo hacer un seguimiento periódico desde la computadora o el celular. Usando los datos que arroja inteligentemente, se puede ahorrar entre un 10% y un 15% de luz.
Enchufe inteligente: su finalidad es controlar el momento en que se enciende o apaga cualquier aparato, sea programándolo como desde una app en el celular. Es muy útil para evitar los consumos vampiro, que representan más del 10% del valor de la boleta de luz.
Zapatilla: si conectamos varios artefactos a la vieja zapatilla y tenemos la precaución de apagarla al abandonar nuestra casa o irnos a dormir, nos aseguraremos de que todos los aparatos conectados quedarán verdaderamente apagados y no en “stand by”