El calentamiento global es la cuenta regresiva que nos indica que debemos reducir el impacto ambiental cuanto antes. Una manera es a través del reemplazo de las energías no renovables, por las renovables, como la energía solar.
La energía solar es un tipo de energía renovable. Se denomina así porque la fuente de la cual se obtiene es, en principio, inagotable. Hablamos, desde luego del sol.
Según la NASA, al sol le quedan todavía unos 6.500 millones de años de vida. Y por hora, su radiación brinda suficiente energía lumínica y calórica como para cubrir la demanda de todo el mundo durante todo un año. En un cálculo rápido: el sol emite 120.000 terawatios de radiación hacia la Tierra. Esto es 20 mil veces más potencia de la necesaria.
¿Lo expresamos de otra manera? Con 18 días de radiación solar, se puede igualar la reserva energética de todo el mundo, en forma de energías no renovables (carbón, petróleo, gas).
Cuando se requiere de ciertos artefactos tecnológicos para receptar y transformar la energía solar, hablamos de energía solar activa y puede ser de dos tipos: térmica o fotovoltaica.
Como ya su nombre lo adelanta, se utiliza el sol para producir calor. Luego, esto servirá para producir energía para hogares e industrias, transformando la energía térmica en mecánica y la mecánica en eléctrica.
Para los hogares, debería realizarse una instalación solar térmica de baja temperatura, que habrá de tener paneles solares en el techo de la vivienda si da el sol allí o en su defecto, en cualquier otro sitio donde dé. La radiación solar es captada, convertida en calor y puesta a circular a través de cañerías de metal que abastecerán de agua caliente y calefacción a la vivienda.
En el caso de las industrias, ya tendríamos que hablar de una central térmica solar. Obviamente ésta tendrá dimensiones mucho mayores que la instalación doméstica. En dicha central se trabaja con temperaturas superiores a los 500°C. El calor se puede transformar inmediatamente en electricidad o almacenarse para transformarlo cuando sea necesario.
Sería la producción directa de energía eléctrica a partir de la radiación del sol. Los dispositivos para tal fin son los paneles solares fotovoltaicos. En este caso no se produce calor y en consecuencia, la energía producida no se puede almacenar como aquel. Pero sí se puede integrar el excedente fotovoltaico a la red general, lo cual se conoce como autoconsumo.
Por otro lado, cuando no se requiere de ninguna tecnología en particular para la utilización de la energía solar, hablamos de energía solar pasiva. ¿Cómo se logra esto? A través de la arquitectura bioclimática. Es un tipo de diseño edilicio que, a través de principios arquitectónicos, ciertos materiales de construcción, la orientación cardinal, se logra conservar el calor del día haciéndolo rendir para las horas de la noche.
Si bien esto parece un descubrimiento moderno, la arquitectura bioclimática es antiquísima.
– No contamina.
– Se puede acceder a ella en cualquier punto del planeta. Lo único que condiciona (mínimamente) el acceso es la cantidad de horas de sol en función de la latitud.
– No consume combustible más que, lógicamente, la luz del sol.
– El mantenimiento de los equipos es mínimo.
– Contribuye al desarrollo sustentable.
– Genera nuevos puestos de trabajo a partir del desarrollo de esta nueva manera de generar electricidad, que requerirá de la instalación y mantenimiento de ciertas infraestructuras.
– Entre las energías renovables, es la que menos huella acústica y visual provoca.
– En la industria de las telecomunicaciones (radio, TV, repetidoras, sistemas y estaciones satelitales).
– En la industria extractivista de petróleo y gas (accionamiento de válvulas, electrificación de sistemas).
– Alumbrado público, semáforos.
– Establecimientos rurales (bombeo de agua, boyeros).
– Parquímetros, postes camineros de SOS.