¿Alguna vez escuchaste hablar de generar electricidad con una papa? ¿Y con un limón? Averigüemos cuánto de real hay en eso…
Tal vez recordemos de algún libro o incluso de haberlo experimentado en el colegio: generar electricidad con una papa, llegando a encender un foco como prueba de la efectividad. ¿Será así?
Para empezar ni la papa ni el limón son generadores ni acumuladores eléctricos. En el caso del experimento, tan solo serán un componente más dentro de un circuito.
La verdad es que tanto la papa como el limón, tienen ácido ascórbico. Cuando éste se combina con un electrodo de cobre y otro de zinc, provoca que los electrones usen el ácido de conductor para pasar de un lado a otro. Este fenómeno se denomina “redox” (reducción-oxidación).
En otras palabras, la papa vendría a oficiar de electrólito, pero debido a la lentitud con la que se produce toda esta reacción, los voltajes generados son extremadamente bajos. No superan los 0,5 V (voltios) y los 0,2 mA (miliamperios).
¿Alcanza esto para encender un foco? Difícilmente. De lograrlo, sería una lámpara de 1,5 V como máximo y por muy pocos segundos. Lo que se puede hacer, es una batería de papas. Es decir, colocar varias papas en serie y luego varias series de papas en paralelo (para aumentar voltaje y corriente respectivamente). Pero no imaginemos que con esto vamos a reemplazar la corriente eléctrica fotovoltaica. A lo sumo y con suerte, podremos activar un reloj.
Vamos a necesitar:
– 2 papas chicas o una grande cortada a la mitad.
– 2 varillas de cobre (o 2 monedas de cobre).
– 3 cables de cobre.
– 2 varillas de zinc (o clavos).
– Un foco de 1,5 v. O un reloj a pilas (que funcione con una pila chica, tipo botón).
En teoría, el foco habrá encendido.
El profesor Haim Rabinowitch, de la Universidad Hebrea de Jerusalén (Israel), afirmó que si se hierve la papa durante 8 minutos y se troza, el rendimiento de la energía que esta canaliza se multiplica. Aparentemente, un foco podría llegar a permanecer encendido durante 40 días.
Desde luego que habría que perfeccionar el método y diseñar un dispositivo práctico y limpio que pueda instalarse en los hogares. Es cuestión de seguir investigando y difundiendo.
Rabinowitch se muestra optimista en cuanto a la posibilidad de producir baterías de bajo voltaje, que sirvan para cargar teléfonos celulares o notebooks ante la ausencia de red eléctrica. De lograrse, el costo sería de 9 dólares estadounidenses por kilovatio/hora, en tanto que el de una pila alcalina AA (de 1,5 voltios) llega a ser hasta 50 veces mayor.
Los detractores no tardaron en llegar, haciéndole a Rabinowitch las mismas críticas que a los productores de biodiesel (energía a partir de materia orgánica): no sería ético utilizar para generar energía, vegetales que podrían servir de alimento. A esto el especialista respondió que la producción de papas para fines eléctricos no necesariamente aumentaría el costo de las mismas, sino que incluso podría beneficiar a personas que hasta hoy no pueden acceder a la energía eléctrica, por un muy bajo costo.